La primera palabra que el indio Dhjamal Mekhan Dooyeghas
pronunció cuando llegó a Francia fue una palabra sueca. ¡El colmo!
«Ikea.»
Eso fue lo que susurró.
Y en cuanto lo dijo, cerró la puerta del viejo Mercedes
rojo y esperó con las manos sobre sus rodillas como un niño bueno.
El taxista, que no estaba seguro de haber oído bien, se
volvió hacia su cliente, lo que hizo que las bolitas de madera de su
cubreasiento crujieran.
Descubrió en el asiento trasero de su vehículo a un
hombre de mediana edad, alto y flaco como un árbol seco, de cara morena y
atravesada por un bigote gigantesco. Cicatrices de un antiguo acné virulento
cubrían sus mejillas huesudas. Llevaba tantos aros en las orejas y en los
labios que parecía que hubiera querido cerrarlos con cremallera...
2 comentaris:
Tinc ganes de llegir aquest llibre, el punt ja el tenim.
Montse de Mondopunts.
Jo també, fa bona pinta per passar una estona divertida!
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